Guido Aguilar

Desde la misma base de la filosofía de la ciencia, se reconoce el método científico como un método para obtener conocimiento. Y eso es, uno de varios métodos de los que el ser humano dispone, para conocer la realidad. Hay otros métodos, como la meditación, la lógica y la reflexión. La ciencia un método que ha demostrado ser útil y con el cual se han logrado innumerables y fantásticos avances en el conocimiento. La ciencia es un método para obtener conocimiento, pero requiere que su objeto de estudio cumpla con ciertos requisitos, como tener una variable de estudio que sea registrable, cuantificable, lo que implica que tiene que ser observable para el ser humano, ya sea por los órganos de los sentidos, o por aparatos que amplifiquen señales que puedan dar información detectable y accesible a la observación humana. Pero persiste un error conceptual entre la gente e incluso dentro de algunos círculos científicos, que confunden la ciencia con la realidad. Cuando se dice de un fenómeno que no es científico o que no está científicamente demostrado, no quiere decir que dicho fenómeno no es real ni que no exista. Lo que quiere decir es que ese fenómeno no es observable, cuantificable y, por lo tanto, no es accesible a los métodos de la ciencia. Es un reconocimiento a las limitaciones del método científico. Pero mucha gente toma esas afirmaciones como sinónimo de “si no está demostrado científicamente, no es real”, lo cual es falso.
¿Ejemplos? Muchos y muy comunes. Uno grande e importante es Dios. La existencia y presencia de Dios no puede ser demostrada científicamente, pero eso no significa que Dios no exista. Sin embargo, muchos científicos reconocidos admiten su creencia en el Ser Supremo. Otros no, porque no es demostrable científicamente y dicen que es cuestión de fe, como si tener fe fuese malo o erróneo. No porque no cumpla los requisitos del método más popular y útil para conocer la realidad, deja de ser real. Eso pasó en un tiempo con el concepto del amor. Por mucho tiempo la ciencia no pudo estudiarlo, pues era un sentimiento que la ciencia no podía cuantificar. Sin embargo, el ingenio de los investigadores ha hecho posible medirlo, cuantificarlo y, así, investigarlo científicamente.
La psicología, por ejemplo, no podía ser científica en sus inicios, pues su objeto de estudio era la psiquis, la mente o el inconsciente y ninguno de esos conceptos era accesible a nadie más que la persona misma, no era observable ni cuantificable. Entonces Watson cambió el enfoque del estudio de la psicología al estudio de la conducta, la cual es observable y cuantificable; y la psicología se convirtió en una ciencia, la ciencia del comportamiento. Y ha se ha valido de métodos de cuantificación desarrollados por los psicofisiólogos, por ejemplo, para estudiar los concomitantes fisiológicos de los fenómenos conductuales. Y desarrolló sus propios e ingeniosos métodos para estudiar los fenómenos encubiertos, como el pensamiento, las emociones y otros fenómenos psicológicos.
Recuerdo en mis épocas de estudiante, en que era criticado por mis colegas conductistas por ser un científico que creía en Dios, practicaba yoga, ejercicios de respiración y meditaba. Lo veían como una gran contradicción en mi vida, lo cual yo nunca vi así. Y el tiempo me dio la razón, la psicología científica incorporó a sus prácticas terapéuticas diferentes modalidades de meditación, de yoga, de ejercicios de respiración y otros, al demostrar su eficacia y utilidad, explicando sus beneficios en función de investigación y de la teorización de principios científicamente desarrollados.
La ciencia tiene también un método para difundir la información que desarrolla, por medio de congresos y revistas científicas. Y es frecuente encontrar resultados contradictorios, a lo cual la ciencia le da la bienvenida, pues sirve para aclarar los resultados en función de su diseño, su metodología, el tipo de sujetos de estudio, etc., lo cual va clarificando los conceptos y desarrollando la teorización derivada de la ciencia. Y en ese sentido, hay que entender también que hay ciencia “oficial” y extra oficial. Es decir, hay grupos de científicos y muchas veces políticos, que determinan qué conocimiento resulta válido y cuál no; y qué investigación se publica y cuál no. La OMS y otras instituciones similares existen en medicina y cumplen esa función. Y todas las ciencias tienen sus instituciones “oficiales” que determinan cuál es la ciencia aceptable y cuál no. Así, se deshecha investigación importante porque no va en la dirección que les conviene. En la época actual de pandemia por el COVID-19, un ejemplo de esto sucede con el dióxido de cloro. Hay mucha investigación que demuestra sus resultados positivos, mientras que hay mucha otra investigación que no sólo lo rechaza, sino lo sataniza. Yo no digo que si, ni que no funciona, lo que digo es que hay que estar abierto a la investigación, ser objetivo en su análisis (claro, hay que ser científico para poder analizar los datos) y si la investigación es contradictoria, aceptar que no sabemos lo suficiente del tema y que lo que necesitamos es más investigación. Pero pareciera que se ha vuelto una cuestión más dogmática que científica.
También es importante entender que la ciencia es falible. El conocimiento generado sobre un tema puede ser parcialmente correcto, pero contener elementos y variables que todavía no se conocen bien. En psicología, por ejemplo, se pensaba que procedimientos científicamente desarrollados para manejar problemas de ansiedad condicionada, como la desensibilización sistemática, eran útiles para el tratamiento todos los problemas de esa naturaleza. Y la investigación demostró posteriormente que es un método muy útil para ciertos casos, pero hasta contraindicado para otros. Es por eso que los científicos y profesionales que basamos nuestra práctica en el conocimiento científico tenemos que mantenernos informados y al día.
La ciencia avanza, en la medida en que el conocimiento avanza. Pero tampoco es infalible. Y lo más importante es, a mi criterio, saber que es un método que también tiene sus limitaciones y no es la panacea. Es muy útil, ha generado muchísimo conocimiento. Pero hay que tener claro que si alguna información no es científicamente demostrada, no significa que sea falsa, sino que la ciencia no la ha estudiado, o que su método, que es limitado, no tiene acceso a ella, al menos en el momento presente.
